Se pasaba los días mirando por la ventana, con el rostro serio. Sus ojos podrían haberse aprendido las montañas que tocan el cielo en lontananza, de tanto mirar. Hoy las nubes se arremolinan como nata en un pastel. El sol las ilumina entusiasta. Las aves vuelan de un lado para otro persiguiéndose entre ellas, discutiendo en su idioma, como si tuvieran cosas importantes que decir… Por la noche saldrán las estrellas, pero él no podrá verlas desde su ventana, porque en Madrid no brillan las estrellas. No brillan las estrellas en la noche madrileña… Le pesa el mundo entero, allá donde mira ve dolor… pero más que nada le pesa que una garza que conoce sea dura de corazón. Es la misma historia repetida trillones de veces… y sin embargo, él la siente como si nunca nadie hubiera llorado antes la indiferencia de una mujer.
jueves, 6 de octubre de 2011
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