El joven camarero se acercó a su jefe y le susurró:
-¿Conoces a aquellos tres de ahí? - Se refería a tres amigos que, sentados en una mesa apartada, apuraban sus vasos entre risas.
Mientras el jefe respondía, el joven guardaba el dinero en la caja y cogía el cambio.
-Sí, los conozco. Vienen todos los años, justo un día antes de Nochebuena.
-¿Sabes lo que han hecho?
-Dime.
-Cuando les he ido a cobrar, han dicho en voz alta cuanto ha ganado cada uno a lo largo del año y el que menos dinero consiguió ha pagado la cuenta.
-Sí, siempre hacen lo mismo, desde hace veinte años.
-Y ¿no te parece que es un poco humillante?
-Si tienes algún problema, díselo a ellos.
-¿En serio? Son clientes, ¿no se enfadarán?
-Ve, y díselo. Llevan veinte años viniendo, no creo que dejen de hacerlo por una impertinencia tuya. Además, sólo vienen una vez al año. Si se van tampoco perderé nada.
El joven fue allí, les devolvió el cambio, carraspeó dubitativo y les espetó lo que pensaba. Los otros rieron de buena gana y le dijeron por qué lo hacían. El joven, con los ojos a cuadros, volvió donde su jefe.
-¿Qué tal?
-Me han dicho que eligen quién paga de manera que esto suponga el mayor regalo posible para los otros.
-Y el que menos cobra, al pagar, es el que hace el mayor regalo... Jóvenes... Siempre creyendo que conocéis los criterios de los demás y que podéis judgar al mundo...
-Puede ser – sonrió maliciosamente el joven. – Pero también me han dicho que por qué no me lo has contado tú, que ya lo sabes... Tú también...
-¡Clientes en la mesa cuatro, atiéndelos!
sábado, 1 de mayo de 2010
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