viernes, 9 de julio de 2010

Cuando sea...

Cada fin de semana se reunían los tres chavales, en un rincón perdido en la ciudad. Allí, donde no eran vistos por nadie, conspiraban utopías:

-Cuando sea mayor... – decían. Y expresaban sus sueños y anhelos largamente. Y discurrían, y filosofaban, y se planteaban la vida.

Con el tiempo sus ideas se forjaron. Cada uno se convenció de que para arreglar el mundo había un camino. Álvaro alcanzó la mayoría de edad con la idea de que lo que tenía que hacer era conseguir el poder político.

-Cuando sea alcalde... – dijo una vez. Pero en las siguientes reuniones fue ampliando sus miras y pasó de alcalde a ministro y de ministro a presidente de gobierno. Total, que a cierta edad calculaba en base a “cuando gobierne el país...”.

Benito tenía fundamentos para creer que las grandes desigualdades se producían por la cuestión del dinero. Quizá se equivocó en el camino: creyó que la solución pasaba por enriquecerse. Así, a los veintipocos tenía las miras claras y principiaba sus alocuciones diciendo:

-Cuando sea rico...

Catalino poseía un espíritu más sensible que los otros dos y veía claramente que la cosa pasaba por la moral. Sólo siendo un hombre de elevada moral podría cambiar el mundo, de modo que sus diatribas comenzaban con un:

-Cuando sea santo...

Resulta que estuvieron hablando de esto durante muchos años. Álvaro nunca llegó a ser alcalde, porque aunque él tenía mucha fe en sí mismo, se ve que los demás no le admiraban lo suficiente.

Benito, al contrario que su amigo, sí se hizo rico. Lo que ocurre es que a medida que se enriquecía, pensaba: “si me hago un poco más rico, más bien podré hacer” y constantemente buscaba maneras de enriquecerse más y más, sin sentirse nunca satisfecho.

Por último estaba Catalino, que no alcanzó la santidad porque esperaba que esta, una buena mañana, le cayera del cielo.

El día en que cumplió cuarenta años, Benito sentenció:

-No podemos cambiar el mundo. Lo único que podemos hacer es disfrutar de la vida. Me voy para siempre, porque nuestras reuniones son inútiles.

Y acto seguido se marchó. Esto causó un profundo impacto a los otros dos, que reflexionaron mucho y muy hondamente sobre lo sucedido. Al volver a juntarse, se dijeron:

-¿A qué hemos estado esperando estos años? ¿Por qué no hemos hecho algo? ¿Por qué no hacemos algo ya?

No recuerdo muy bien lo que hicieron. Fue algo muy pequeño, casi despreciable. El caso es que se pusieron en marcha y, desde entonces, el mundo es diferente.

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