Y la guerra, y la avaricia...
y nuestra propia bajeza...
y el robo del banquero...
y la estafa del chorizo...
y la angustia y el estrés...
y el hambre y la muerte...
y los vecinos que se gritan...
y un trabajo insufrible...
y las peleas y las riñas...
y el despertador...
y otra vez la guerra...
y la avaricia...
¿Por qué entonces amanece?
Y la flor... la nueva flor que vuelve a abrirse en primavera.
¿Por qué la flor?
Y el latido en el pecho...
y el viento que sopla inconsciente, alegre...
y el gorrión nervioso, que pía y que vuela...
y el árbol impasible, que crece, que sigue creciendo...
Y la esperanza, inasible, que se busca a sí misma...
y se insufla...
y se refuerza...
y te invita...
¿Quién te creó Natura?
¿Quién te hizo eterna en la esperanza?
¿Qué sabes tú de la razón?
¿Qué sabes de la guerra?
¿Qué de la avaricia?
¡Qué sabes tú del odio?
¿Qué puede saber la tierra del hombre que la holla? ¿Qué puede saber...?
¿Por qué no te callas de una vez y me dejas rendirme?
¿Por qué has de levantarme otra vez, si sólo sé tropezar y caer...?
¿Qué sabes tú, fastidiosa amiga?
¿Qué sabes tú del miedo y la mentira?
¿Qué sabes tú del despecho?
¿Qué puede saber la tierra, crujiendo bajo suelas de goma?
Vi una vez un águila planeando al son del viento.
Vi el silencio en las anchuras castellanas y escuché su paciencia y creí que el cielo se podía tocar con la mano...
Vi, en cespederas asturianas, una nube caer de la montaña, por la ladera, como un alud... como si fuera magia... y yo, que estaba en su falda, dejé que me engullera... y respiré hondo... oh, Natura... y me mojé el rostro de orballo.
viernes, 31 de julio de 2009
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