En una casa, en mitad del bosque, dormía una beldad con profundo sueño. Su pelo era largo y vestía un traje azul que le llegaba hasta más allá de los pies. El bosque estaba protegido por una cúpula invisible. Nada ni nadie podía atravesarla. No se podía entrar ni salir.
El príncipe viajero había estado buscando a la beldad durante toda su vida. La amaba, pues había sido embrujado por poderes superiores a los de los hombres. El príncipe, sabedor del lugar donde dormía su amada, viajó hasta los límites de la cúpula. Intentó atravesarla con su lanza y la lanza se rompió. Luego lo intentó con la espada, hasta que el filo se partió. Finalmente principió a golpear con los puños, intentando romper la cúpula. Pero la cúpula se resistía. Él lo intentaba, lo deseaba, se esforzaba... pero no podía... ¡No podía! Y entre golpe y golpe soltaba un lamento... Y no comprendía por qué amaba a una beldad dormida.
jueves, 30 de julio de 2009
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