En un salón, que de superlativo nada tenía, sentados en el sofá, los pies sobre la mesilla de cristal y mirando al televisor, se encontraban los dos seres humanos, supuestamente jóvenes y vitales, probablemente fémina y varón. En la tele una mujer tiraba de los pelos a otra, mientras se intercambiaban tacos de todo tipo, ante la supuesta impotencia de una presentadora que se simulaba desbordada por la situación que ella misma había provocado. Los dos jóvenes poseían una boca abierta, que les hubiera despojado de todo síntoma de inteligencia, de no ser porque el resto de la cara, y en concreto los ojos, carecía de cualquier atisbo de esta. Si se querían o no era imposible de saber. Lo único que se podía sacar en claro era que tenían un punto común de estulticia.
Poco se podía ver en el piso, anocheciendo en la calle y con la luz propia del televisor como centro gravitatorio de toda existencia.
En sus manos se adivinaban sendos trozos de pizza, cuya caja de cartón se postraba entre las piernas de ambos. Dicha manducatoria dilucidaba algo malsano en aquel lugar, pero ni el más agudo de los ojos podría averiguarlo con total certeza.
Lo cierto es que existen momias con los ojos más cerrados y las mandíbulas menos abiertas, cuyo aspecto es más vital que el de aquellos dos.
jueves, 30 de julio de 2009
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